De un poeta a un historiador
Uno de los puntos más sensibles de la portentosa obra de César Vallejo, viene a ser la defensa y valoración de nuestra cultura ancestral que lo llevó a exclamar desde Los heraldos negros, este verso que debería convertirse en un latido universal en el corazón de todos los peruanos: “Y lábrase la raza en mi palabra”.
César Vallejo y Luís E. Valcárcel ─uno de nuestros historiadores más representativos e incansable luchador en el proceso de reivindicación de la masa indígena─ se conocieron epistolarmente en 1935 y, personalmente en París de 1937. Iniciaron una fecunda amistad y sus grandes inquietudes tuvieron como leitmotiv un mismo derrotero indígena. Prueba de esa gran amistad y centrales preocupaciones por el hombre andino ─“eje social indiscutible del Perú, según Vallejo─, vienen a ser las tres cartas que el autor de Trilce remitió a Valcárcel en la década del treinta; valiosos documentos que se encuentran actualmente en el archivo del Ministerio de Cultura del Perú.
Reveladora es la propuesta de Vallejo de traer a América como un gran difusor de nuestra riqueza ancestral, al escritor y poeta rumano, Tristan Tzara, uno de los autores fundamentales del Dadaísmo, de paso gran amigo europeo con el cual le une un “mismo punto de vista de las ideas universales”. Vallejo propone que Tzara inicie una serie de conferencias partiendo de la Universidad de Montevideo, pasando luego por claustros universitarios de Argentina, Chile, Perú, Ecuador, Colombia y finalmente, Cuba.
Sin duda, César Vallejo y Luís E. Valcárcel, además de Mariátegui, Alegría, Escorza y Arguedas, pasando por el gran Manuel González Prada, representan esa pléyade de intelectuales que nos han señalado el camino a seguir en el proceso reivindicativo de los hombres de nuestro Perú profundo.
Foto: Carta de César Vallejo 1938 Fuente: Ministerio de Cultura del Perú |
Autor: Manuel Barreto
No hay comentarios.:
Publicar un comentario