viernes, 3 de mayo de 2013

Jr. Ucayali





Es poco común para mí dar una vuelta por el centro de nuestra caótica ciudad. A pesar de tener probablemente la historia más rica de Sudamérica y una belleza que deslumbra, rara vez estas cualidades pueden ser apreciadas por un ciudadano Limeño común  durante el caos de un día laboral cualquiera.
En esta ocasión mi periplo por el centro de Lima no tenía como propósito una experiencia de disfrute. Me vi obligado a introducirme en el Ministerio de Relaciones Exteriores para realizar un trámite familiar. Me encontré con una agradable sorpresa al salir de dicho lugar pocos  minutos después de mi ingreso; para mi asombro había logrado realizar un trámite en una entidad del estado con rapidez, eficiencia y muy buen trato. Estando acostumbrados en nuestro país a una tediosa burocracia, esto generó en mí un inesperado y patriótico buen humor, así que decidí tomarme una hora libre y pasear un poco por la llamada Lima cuadrada.
Mi mejor descubrimiento fue el Jirón Ucayali, ubicado a dos bloques al sureste de la Plaza Mayor, ahora convertido en una calle netamente peatonal, ideal para caminar con tranquilidad; sin el temor de ser arrollado por uno de los muchos conductores contrariados que transitan en nuestra capital; y poder apreciar con emoción y nostalgia lo que queda de ese tiempo encantador en el que vivir en el centro de Lima era no solo seguro y acogedor sino también una aventura cultural.
Dentro de la crónica del Jirón Ucayali, los personajes principales son representados por los majestuosos balcones, artísticamente construidos y labrados en madera maciza. La propiedad más impresionante es el famoso Palacio Torre Tagle, una casona construida durante la época virreinal del Perú que funciona como sede principal del Ministerio de Relaciones Exteriores, por lo que no se permite el ingreso a visitantes durante los días de semana. La casona tiene un aire a elegancia pero no excesiva, expresa claramente el tiempo y el lugar en el que fue construida. Sin lugar a duda, tiene los balcones más asombrosos del lugar, su riguroso tallado es prodigioso y no pasa de moda con el tiempo, hace perfecta combinación con las majestuosas puertas de madera maciza con enchapes de metal meticulosamente tallados las cuales tienen en su contorno un imponente marco esculpido en cemento. Es verdaderamente reconocible el maravilloso trabajo de manutención por parte del estado para con esta propiedad. Se comenta que es aquí donde reciben a personajes importantes del extranjero, motivo por el cual debe de mantenerse impecable.
Cuadras más allá me topé con la casona Berkemeyer, lugar donde hoy está en funcionamiento la Fundación que lleva el nombre de la familia propietaria del inmueble. Esta casona es impresionante, su mantenimiento es impecable, tuvo la potestad de transportarme a un tiempo que no viví pero que en definitiva me hubiera fascinado conocer. Los pisos y escaleras de mármol intactos. En las puertas de ciertas habitaciones se pueden apreciar vitrales del alto de la puerta con diversos dibujos y colores. Otras puertas y ventanales tienen de forma ornamental colocadas rejas con diseños de aquella época pintadas en color blanco. Por su puesto no podría faltarle, dos balcones tallados en madera y pintados de color verde como en la época en la que fue construida. Una verdadera joya.
Algunos otros lugares que vale la pena conocer en Jirón Ucayali son, la Iglesia de San Pedro, que posee la belleza característica de las iglesias Limeñas y el Hotel Maury, tradicional hotel de antaño, sumamente famoso por ser el lugar en donde se creó nuestra bebida bandera, el riquísimo Pisco Sour.
Si de mí dependiera, Lima Cuadrada, también llamada El Damero de Pizarro, debería tener únicamente calles peatonales y el estado debería invertir en mantener en excelente forma nuestro centro histórico, en el que la riqueza cultural sobra pero muy pocos son capaces de disfrutarla por culpa de un visible abandono.


Autor: Manuel Barreto




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